viernes, 22 de octubre de 2010

Cuando hablo debo decir, si no digo, nadie me escucha, así grite.


Conversar sobre el problema de la comunicación, nos lleva necesariamente a tratar el problema de la incomunicación. La sociedad de clases, atomizada, individualizada, entre otras cosas genera incomunicación entre los individuos o gremios que en ella defienden sus intereses; por tanto se crean mecanismos de información que buscan engañar a los otros sobre las verdaderas intenciones que los dueños de medios tienen. Grandes políticos en toda la historia humana (Miranda, Bolívar, Martí, Lenin) han definido a estos medios como armas de guerra; no es casual que la máquina de escribir la haya inventado una fábrica de armas, la Remington.
Uno de estos engaños en la actual sociedad, es hacer creer, que tales medios son de comunicación. Todos sabemos que la comunicación, sólo es posible cuando los seres pueden mirarse, hablarse, tocarse, sentirse, procesarse, reflexionarse, de tú a tú, en el mismo tiempo y espacio, sin que medie nada entre ellos.
Los medios que están en manos del Estado, son manejados por técnicos formados en las ideas capitalistas; sus mensajes reproducen la ideología del capitalismo, la falsa conciencia de que todos seremos ricos; las imágenes de quienes transmiten son bien vestidas, bien rasuradas; los espacios están adornados para el engaño, para atraparte desde la forma que a la vez reproduce el contenido del hacer capitalista; sin darse cuenta el mensaje es baladí, cuando no es culpabilizante; los pobres son usados para demostrar que somos los productores de basura, que somos cochinos, porque no la votamos (pero fundamentalmente los pobres mestizos, los negros, los indios, que son los modelos que se utilizan y se venden como negativos, como causantes de males).
Los protocolos en los diferentes entes son con paltó y corbata; la gran mayoría, así lo desee, no puede ser parte del protocolo mediático; siempre seremos invisibles desde los medios.
Todos los representantes que transmiten valores se visten con trajes caros o imitándolos; si alguien habla por esos medios con palabras o gestos coloquiales es sometido al escarnio público, porque en los medios se debe hablar con el lenguaje oficial del poder; el poder dice que debemos ser educados, formados, suavizados, hasta la obediencia y el debido respeto, hasta que no nos quede un gesto de rebeldía.
¿El socialismo de carne y hueso no debe tener sus propios contenidos? ¿Esos contenidos no deben parecerse a nuestros sueños?, porque una cosa es el sueño de la alienación en los ámbitos del consumo y otra muy distinta es el sueño de construirnos como país fuera del concepto mina.
Nosotros estamos obligados a informarnos masivamente sobre los problemas importantes de la revolución, por la sencilla razón de que nos afectan a todos. Debemos saber de nuestro pasado, de nuestro presente, de cómo nos afectará el futuro. Esos problemas debemos manejarlos con el lenguaje que somos.
Los expertos no son nuestro sur, porque no están en sintonía con los tiempos revolucionarios, así repitan frases, hagan gestos, enarbolen banderas; la razón es sencilla: allí no está el corazón.
Los cómodos no pueden orientarnos, porque ellos de manera inconsciente reproducen las ideas del sistema, porque no están necesitados de la revolución, no desean cambiar nada.
La tarea es de todos, sin límites de tiempo, sin apuros; está en nosotros diseñar el lenguaje, construir la idea, imaginar la forma; nada debe ser desperdiciado; toda idea cabe, toda idea es desechable; vengan aquí los sabios y los ignorantes; eso sí lleguemos sin arrogancia, humildes. Circularse es una manera, de cara a cara, de corazón a corazón.

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