viernes, 22 de octubre de 2010

Los pobres no somos el problema, al contrario somos la solución


Socialicemos el conocimiento de lo que somos, para construir el socialismo que queremos.

Cada vez que un grupo o clase toma el poder, rápidamente busca salida a los problemas de los pobres, como si los pobres fuéramos problema; nosotros somos una necesidad, tal y como somos, para cualquier modo de producción hasta hoy aparecido. Tanto es así que un tiempo después aumentamos como población, y se dan los llamados periodos de prosperidad, o los siglos de oro, pero de inmediato regresan las hambrunas, las guerras y otra vez los pobres pasamos a ser problema.

Nosotros no somos distintos a los demás, tenemos las mismas necesidades y la misma capacidad de ambición que los poseedores. Somos tan terrateniente, tan capitalista o tan esclavista como el que más. Lo único es que no somos dueños prácticos de los medios de producción, ni tomamos las decisiones políticas, ni distribuimos las riquezas, ni somos dueños de los medios de información que emiten valores e ideas que moldean la conducta humana.

Seamos negros, indios, mujeres, tuertos, patulecos, mochos, maricos, putas, lesbianas, blancos, amarillos, enanos, flacos, gordos, en fin la minoría que sea, explotada en este sistema; somos potencialmente explotadores, consumidores, derrochadores; repito lo único es que no somos poseedores. A pesar de que se han hecho grandes esfuerzos para que seamos iguales, fraternos, y libres ante la ley que garantiza todo lo nombrado, pero no se puede, porque el problema, insisto, no somos nosotros. A nosotros se nos produce como pobres, porque de otra manera estos sistemas de explotación no tendrían razón de ser, es proporcional la riqueza con la pobreza; hoy tres hombres ricos reúnen mucho más, de la riqueza acumulada por el imperio romano en su mejor periodo de florecimiento; igualmente hoy, es supremamente superior la cantidad de pobres que se acumula en las grandes ciudades de todos los continentes, fundamentalmente en los continentes minas, como Asia, América y África; sin embargo se siguen haciendo grandes esfuerzos para que los pobres tengamos agua potable, cloacas, energía en distintas formas, educación, comida, vivienda, trabajo; eso sí, todo dignamente, pero hay detalles que se olvidan. Nosotros somos en ambición y capacidad igual a los poseedores, entonces hagamos esta reflexión; de los consumidores potenciales de automóviles, sólo está satisfecha la demanda del 12% ¿Qué pasaría si se cubriera la necesidad consumista del otro 88% restante?, preguntemos, ¿Cuántas autopistas más, cuántos estacionamientos, cuánto petróleo más, será necesario, y de dónde lo sacaremos, cuántas montañas de hierro, o de bausita, cuántos ríos más hay que secar?, nada más para construir los carros y sus respectivos sistemas de funcionamiento, pero ¿Y la vivienda digna?, sólo en Venezuela hay un déficit de dos millones; cuántos obreros bolivianos, peruanos, colombianos, etc., nos hará falta para construirlas y después cómo les construiremos a esos camaradas sus viviendas; porque la discusión se centra, en que el sistema constructivo es del tipo capitalista, por tanto se invierte poco y se gana mucho, y la única mercancía (hasta ahora demostrado científicamente gracias a Marx) que produce riqueza acumulable o plusvalía como gusta a los académicos, es la humana no otra; y la comida, dígame usted y la comida, son millones de hambrientos y de los de verdad no en las estadísticas; y la ropa y el calzado, saque la cuenta, producir todo lo anterior requeriría una cantidad igual de pobres a los que ya somos, ¿De dónde los sacamos?, ¿Dónde están esos otros planetas?, Chávez ya lo dijo: las matemáticas no fallan.

Bueno así es el capitalismo, crea en permanencia los privilegios, los sostiene y los reproduce; llegando a tal grado, que parece natural en el cerebro humano, casi indiscutible; incluido para algunos que se dicen comunistas, o socialistas, o anarquistas, que consideran que eliminando el Estado, repartiendo las fábricas, poniendo las riquezas en manos obreras, ya estaría solucionado el problema; pero no llegando a eso, los reformistas se conforman con la reparación del maltrecho sistema, para decir que se avanza hacia el socialismo y que sólo estamos a un paso del comunismo; otros consideran que ya tomado el poder, sólo basta con readaptar el Estado burgués y colocarlo al servicio de las clases desposeídas culminando exitosamente la lucha.

Es obvio que todo este pensamiento se corresponde con apreciaciones mágicas de la realidad, a la que debemos ponerle cuidado, porque unos se conforman egoístamente con comer ellos, y otros se refugian en pensamientos mágicos para en definitiva no hacer nada. La gente debe discutir esto profundamente, honestamente, fuera de toda circunstancia, sea está electoral o de cargo; necesitamos construir una manera de pensar desideologizada, que nos permita comprender lo que ha pasado, lo que estamos haciendo y lo que debemos hacer; donde nos sintamos parte de la horda y no seguidores ciegos de un supuesto destino manifiesto en el capricho, miedo, o hambre de muertos o vivos, porque vea, ¿cómo se puede construir un mundo solidario o socialista, (porque solidario y socialista es sinónimo ¿verdad?) si nuestra educación es privilegiante, si nuestros medios son privilegiantes, si nuestros partidos son privilegiantes, si nuestras iglesias son privilegiantes si nuestras fábricas son privilegiantes, si la forma de producir en el campo es privilegiante?. 

Y cuando se dice gente, es gente, no alguien en particular, porque el pensamiento, no es privilegio de nadie, aquí estamos obligados e invitados todos y todas, desde el carpintero, agricultor, albañil, los universitarios; todos, absolutamente todos, debemos participar en la elaboración-discusión del discurso, que nos permitirá construir otra manera de vivir.

Es verdad, no somos socialistas o comunistas o anarquistas, por la simple razón de que ninguno de esos sistemas ha existido, por tanto es difícil haber nacido en ellos. Se es lo que se es, no lo que se piensa que se es. Pero hay otra razón, nadie puede vivir en su propio sueño.

Muchos camaradas honestos, trabajadores sacrificados, se asumen como tales, pero reconozcamos que nacimos en el mundo capitalista y que somos esencialmente capitalistas; pero como nacimos de otros que nos soñaron tal y como somos, estamos dotados de esta capacidad, por tanto somos soñadores y como tales, podemos y de hecho millones de personas en el planeta, en distintos tiempos, han soñado con un mundo distinto al que han vivido. Nosotros no somos menos y estamos condenados por las circunstancias a soñar, pero esta vez, no desde el miedo, el hambre y la ignorancia, que nos llevó a los dioses o a las máquinas; sino desde nuestra conciencia, sin buscar culpables, o expiar culpas; con el goce por ser lo que somos y que no dependemos de nadie, como no sea una relación armónica con los otros seres del universo.

Debemos pensar y experimentar; la gente siempre lo ha hecho en todas las épocas; por qué no nosotros, por qué debemos repetir, por qué nos tenemos que seguir educando de la forma como hasta ahora se han formado los capitalistas que somos, por qué seguir aceitando la salud como un aparato para la guerra, por qué seguir produciendo riquezas para su acumulación, por qué no mirarse en el espejo inmediato del esfuerzo emprendido desde 1989, pasando por el 4f, el 13 de abril, y toda la infinita capacidad creadora puesta en el combate cotidiano contra la potencia mas poderosa en la historia del planeta. Todos sabemos que en esa lucha, ninguna teoría de las conocidas ha dado respuesta, sólo la obstinación por cambiar las condiciones de mal vivir, de las grandes mayorías y su infinito esfuerzo creador ha permitido a nosotros llegar a donde hemos llegado; pero como quiera que muchos revolucionarios tienen límites o se imponen, de ellos, los que ejercen funciones en el Estado; se conforman con cumplir, no se atreven a cuestionar las raíces del Estado, olvidan o desconocen en su dinámica de trabajo, (generalmente de muchas más horas diarias que las normales) el origen de esa maquinaria legalizadora de la violencia y terminan por argumentar su defensa; otros en su buena fe, creen de verdad que basta con poner a producir la empresa privada o estatal y ya se resolvería el problema, sin comprender que es la empresa privada la que nos produce y perpetúa, porque somos su necesidad, su razón de ser.

No se ha de negar, que el proceso histórico se desarrolla en varios planos, en el marco de lo que muere y nace, pero preocupa como la tecnoburocracia hace esfuerzos por sostener lo existente, disfrazando su hacer con un supuesto lenguaje de lo nuevo, en donde el lenguaje ideológico oculta la tarea diaria, que conduce a las mayorías a ver como un hecho revolucionario, la aplicación de técnicas conducentes a comprar y vender en el marco de la competencia, se han escuchado aberraciones como la de «seamos solidarios pero competitivos» o «Los obreros deben administrar colectivamente su fábrica y ser eficientes para poder competir con otras fábricas». Reconozcamos que esa es una contradicción fundamental, como fundamental es la contradicción entre la decadencia del imperio suprapoderoso y la revolución naciente en todo el planeta, a la que nuestro Presidente y su equipo están dando respuestas, a nuestra manera de ver, acertadas. En eso el Estado tal y como está, en su buen uso, cumple el papel que le sirve a la revolución; es decir, la revolución utiliza al Estado, no lo fortalece.

En la otra contradicción nos corresponde, (estemos donde estemos, insertados en el Estado, o en las diversas formas orgánicas, surgidas al calor de la lucha y las necesidades) abrir caminos, apuntalar conversas, que giren en torno a la equivocación creativa; sólo las mayorías ignorantes, podemos producir una transformación que haga posible otro mundo, porque los sabios están cómodos y no les interesa la experimentación. El aire acondicionado cuando mucho, pide más aire acondicionado.

Nada más propongamos como ejercicio tocar un tema neurálgico, ejemplo, la vivienda. El medio donde será construida: el llano, la montaña, la costa. A favor de qué será construida, la fábrica, la gente, un país: Quién la construirá: la gente, la industria privada. Los materiales: industrializados, comerciales, con medidas preestablecidas.

la vivienda es un centro de contaminación de acuerdo con el sitio, dónde se construye, con los materiales que se fabrica, la forma como se construye, el espacio que ocupa, quién la fabrica, a quien beneficia. Si la vivienda no está conectada con un proyecto de país, con un sueño productivo, es tan dañina como producir un misil; porque el objetivo capitalista de su construcción es obtener ganancias, sobre la misma premisa, invertir poco, ganar mucho.

¿Para qué tenemos tanta tierra, si seguimos concentrándonos en pequeños espacios? sólo a beneficio del gran capital, que requiere de la concentración de la riqueza, ¿Y qué es lo único que produce riqueza? la mano de obra; por tanto una urbanización o un barrio da lo mismo al capitalismo; su riqueza gira en el mismo lugar, a muy bajo costo. ¿Ustedes creen que al capitalista constructor de vivienda le interesa que la gente viva en rancho? claro que no, a él le gustaría que todos viviéramos en quintas, o cuando menos en soluciones habitacionales, porque de está manera el ganaría mucho más de lo que gana ahora; pregúntese cuántos apartamentos hay vacíos en el país, cuántas casas se alquilan; son muchas, en su mayoría construidas para obtener ganancias, no para solucionarle problemas a nadie, pero ¿Por qué no se construyen más?, dos razones: es mejor especular, con pocas para mantener los altos precios, pero la segunda razón es que aún deseándolo, tampoco hay suficiente energía y materia prima para construirlas, tal y como se hace en el actual modelo productivo industrial.

Esta conversa debemos desarrollarla, apoyados en el conocimiento de las grandes mayorías y con ellas. Si la revolución es un problema de las grandes mayorías busquemos desde el Estado los recursos para abrir las grandes conversas sobre distintos temas, pero de verdad, no discusiones entre seudos intelectuales, tecnoburócratas, funcionarios engreídos, que sólo vomitan lo aprendido tratando de venderlo como distinto, se incluye a los asesores que vienen y van, desde la izquierda hasta la derecha.

Pongamos esfuerzo en la experimentación. Algunos argumentan que eso es dinero perdido, que no se puede hacer nada en el aire, como si el capitalismo no fue una vez una silvestre idea, como que si los edificios o los libros o las máquinas cayeron del cielo, como dijo un funcionario tecnoburócrata del ministerio de ciencia y tecnología cuando le presentaron la idea de construir un poblado integral en pequeña escala, y éste con todo su apuro, como si el mundo se fuera acabar en dos segundos, respondió ¿«Y dónde queda esa comunidad»?, y se le dijo que era sólo una idea, un experimento que requería los mecanismos para ponerla en práctica, bajo el precepto filosófico de que la revolución era un hecho nuevo y que lo nuevo nadie lo conocía y que sólo se podía construir en el ámbito de la experimentación, según y tal don Simón Rodríguez, pero que quienes la están proponiendo, no tienen el espacio físico ni los recursos monetarios o materiales para llevarla a cabo, pero que tienen la disposición de irse a donde diga el gobierno a darse tortazos con la realidad para poder tranformarla transformándose con ella; el camarada, militante supra revolucionario y trabajador incansable, no logro entender, y sólo respondió que no se podía apoyar ideas en el aire. Y nosotros dijimos, bueno los pobres seguiremos, de acuerdo a este concepto viviendo para trabajarle a la fábrica o al terrateniente, porque de dónde sacaremos tierra, o herramientas, si no tenemos nada, si acaso la idea y en la mayoría de las veces, ideas que fortalecen al capitalismo que nos jode, por la simple razón de que aquí nacimos y aquí fuimos educados y déjeme decirle que el capitalismo no requiere de que sepamos escribir y leer para estar educados en su mundo de compra y venta, y repetirlo en cada uno de nuestros actos y gestos y pensamientos.

Pero como el cámara estaba apurado haciendo la revolución, no tenía tiempo para explicaciones, para disquisiciones filosóficas; ya él tenía todo claro, lo importante era ver, como con menores recursos, se podía mejorar los barrios y su habitat, cómo se hacía un rancho más digno; porque según ellos en esta sociedad el rancho es digno, pero puede ser más digno aún, como más justo, más democrático. Hermanos esta discusión apenas empieza, y aunque parezca ilógico (así es la construcción de todo lo nuevo, como ilógica es la gente que lo intenta), más tiempo y energía se gasta repitiendo lo viejo que intentando lo nuevo, no temamos, hagámoslo juntos.

Todos estamos contestes, (así lo entiendo, me refiero a quienes tienen preocupaciones históricas y filosóficas por los hechos que estamos viviendo) en que el capitalismo como concepto, como idea, como manera de vivir la vida, se ha desarrollado en su máxima expresión, hasta llegar al individualismo a ultranza, fin último de su razón; después de la sustitución de dios, por tanto no teniendo nada más que decir o hacer que no sea cancerígeno, le toca huir por la derecha, de manera rauda y violenta, acusando hacia el otro lado, ¡allá va el ladrón!, ¡allá va el ladrón!, pero nadie se mueve porque todos somos el ladrón, menos la clase media que se cree la inmaculada puta de este mundo. 

Esto no indica que sus consecuencias constructivas, expresadas en instituciones de corte religiosa, productivas, ideológicas, políticas, hayan desaparecido, o estén sin funcionamiento; al contrario, todas ellas están sometidas en su contradicción a un profundo debate físico, porque cada una, como tiene vida inercial, se resiste a morir; como los miembros de un cuerpo, luego que su corazón ha sido atacado, continúan moviéndose hasta la rigidez circunstancial, donde comienza su transformación.

Entendemos entonces, que el desbaratamiento de esas instituciones llevará su tiempo dinámico y dialéctico, en ese plano (la transformación se produce en planos diversos e infinitos en un mismo tiempo), todos los que vivimos participamos, no importa en que lado estemos, aún aquellos que son indiferentes, inercialmente participan.

El capitalismo no sólo creó sus instituciones, sino que también engendró su contraparte; de esta manera la crítica del capitalismo continua viva y todas sus creaciones físicas, (en su mayoría copiadas burdamente del capitalismo o surgidas choretamente dentro del capitalismo, sean partidos, cooperativas, formas empresariales, o conceptos no bien digeridos) se nos heredaron, bajo el nombre de socialismo o comunismo, con todas sus variantes.

Dejando claro clarísimo, sin lugar a dudas, (porque no buscamos nada que nos catapulte hacia ningún signo de poder, por el contrario estamos preparados para el partir sin nada a cuestas) que no queremos criticar a ningún antepasado y mucho menos a aquellos que dedicaron sus vidas, a buscar caminos distintos a los seguidos por la opresión de unas clases contra otras; nos parece cómodo y deshonesto afincarse en los muertos para no asumir la responsabilidad de pensar el hoy y en soñar el mañana.

Dejemos descansar a Bolívar, Marx, a Lenin, A Troski, a Rosa Luxemburgo, a Estalin, a Mao, al Che, (Podrán los fanáticos, los oportunistas buscadores de cargo, destrozarme, en nombre de la defensa de los muertos y sus ideas, bajo el supuesto del ataque a los supremos ideales, pero no por ello soñarán otro mundo o evitarán los errores o aciertos, o cambiarán las ideas de quienes dedicaron sus vidas de manera honesta y franca a elaborar sus ideas, a proponerlas a desarrollarlas y a convertirlas en construcciones cotidianas; como tampoco evitarán, que hoy y siempre, otros hombres sueñen despiertos diariamente.) de ellos tomemos su poesía que alimenta el sueño y nos da fuerza para saber que siempre se ha podido soñar; por ellos un cucuizaso, por su coraje, por su desprendimiento, por su dedicación; carguémoslos como alicientes, porque si algo tuvieron aquellas mujeres y aquellos hombres, fue haberse desprendido de lo fanático, de la ideología, del interés mezquino, de sus comodidades, de la vida misma, para poder comprender y dar respuestas a su tiempo histórico y para heredarnos la certeza de los sueños; eso es lo que nosotros, gente de este tiempo y soñadores de otro, debemos tener como guía.

El capitalismo hoy está muriendo no en una parte del mundo, sino en el mundo, por tanto la respuesta tendrá que ser planetaria, la lucha se libra en todo el planeta, de diversas formas y maneras, en infinitos y dialécticos planos, cada uno con sus propias contradicciones, generadas por las particularidades y globalidades; las que obligarán a las personas, de acuerdo a sus circunstancias, a participar, como ya dijimos, de una forma o de otra; pero nadie vivo, quedará fuera del proceso, porque el marasmo más allá de las circunstancias o particularidades nos asume a todos.

Es el tiempo, como otras veces, donde la humanidad se piensa, no individualmente, sino colectivamente; una vez se pensó en nombre de dios y otra como ego sujeto del mundo; en ambos casos los resultados, más allá de explicaciones interesadas, se evidencian como fracaso en tanto nos afecta como hecho consumado. En estas circunstancias, pensarse, pasa por revisarnos como herencia histórica, ¿Quiénes nos soñaron? sus circunstancias históricas, el origen mágico de su pensamiento, sus necesidades y carencias no satisfechas, la ausencia de herramientas para comprender el mundo social y natural en que nacen y los hereda, el permanente acoso del hambre, el miedo y la ignorancia; por otro lado, pensarse es también revisar profundamente y a conciencia, nuestro quehacer; qué somos y qué queremos ser; porque el qué somos, ya no será más, estemos en el bando que estemos; no porque alguien lo quiera o no, es que hay una dinámica social que escapa a la capacidad colectiva o individual, de detener o sostener una dinámica, que conduce inevitablemente al atrofiamiento de lo que existe. Pensarnos es dedicarnos masivamente a concebir otra manera de vivir, es buscar desde quienes tienen los recursos, los mecanismos que potencien mil una forma de experimentación, tanto práctica como teóricamente.

Esto de todas maneras ocurrirá; lo que decimos es que pudiera hacerse de una manera menos traumática; en la medida en que comprendamos que nada de lo existente es salvable, sino en su vitalidad intrínseca; pero como quiera que no es evidente, todo será sometido a la prueba del tiempo, en las necesidades que a conciencia, se imponga la gente en su hacer. Queremos decir que el aparato productivo generado por el racionalismo de los hombres, en una época por demás cartesiana, para darle un nombre, no es recuperable, ni se le pueden poner paños de agua caliente; este sistema que primó al individuo por encima de todas las cosas, condicionó a todas sus instituciones para que le sirviera a su imagen y semejanza, pero aún más, fue un acumulado del poder en todas sus formas, remachando la dominación como condición fundamental para su existencia, bajo la máxima «El fin justifica los medios», practicada por todos los contrarios en los diversos períodos históricos. Este sistema, hoy de película y payasería (que no me perdonen los payasos, porque están igual de decadentes, o mejor digan, que yo soy el viejo, me da igual, de todas maneras es verdad, lo uno, como lo otro) demostrado por sus líderes, en todo el planeta, debemos enterrarlo como corresponde; fue un sistema no creado por el diablo, ni por los espíritus, ni por magia alguna; fue hechura de la humanidad, no de alguien en particular, por tanto corresponde a nosotros, no buscar culpables, ni en el pasado ni en las fuerzas del mal o del bien, sino en nosotros mismos; somos nosotros, la gente, con todos nuestros vicios, buenos o malos, no los mejores, ni los peores, todos, como dice Héctor «entren, que caben cien, cincuenta parao, cincuenta de pie» y cuando digo todos me refiero a usted, a mí y al que no conozco.

Nosotros, no estamos destinados a nada, sólo que nos tocó vivir en este tiempo, el del desbaratamiento de un sistema, que requiere ser sustituido para poder seguir existiendo como gente, o como esta forma de vida.

Aunque parezca apurado, requiere de tiempo, y mucha calma, lo único es que si lo hacemos entre todos, el tiempo se reduce, la calma se agranda y lo pensado es más consciente, es como hacer un pan, no un millón de panes, un pan.

No hagamos un sistema para todos, hagamos tantos como geográficamente seamos; que crezca hasta donde como gente y no como institución, podamos controlarlo; que no sea sumatorio, que sea solidario, que no compita, que se complemente; que su organización, no sea eterna, que se adapte a las necesidades del cuerpo natural, al cual debe servir, que comprenda que no se puede actuar contra los otros miembros que conforman el cuerpo natural, que desaparezca cuando ya no sea necesario, que tenga la capacidad, en tiempo de crisis de adaptarse a ella y resolverse en ella. Que acepte a todos bajo la premisa de que si todos están para la vagancia, también lo están para el trabajo; un sistema que no privilegie, que no establezca títulos de ningún tipo para dar existencia al ser, porque ya se es; un sistema de responsabilidad preestablecida en la conciencia colectiva, en donde no se requiera una ley que obligue a cumplir con lo natural, como ejemplo dar de comer, cobijar, y formar al niño para que éste a su vez cumpla al infinito con esos sencillos preceptos; esto no debe quedar en manos de la familia, o del padre, o de la madre, sino de un sistema comunitario, no privilegiante, que sienta el orgullo de ser gente en comunidad, que sientan, más que saber sus miembros, que nacieron de una comunidad, que les heredó afectos, en la comida, la cobija y la guía.

A conciencia, no se trata de dar de comer, vestir, o guiar a los pobres, de lo que se trata, es de crear una sociedad que no produzca pobres.

Dos cosas fundamentales produce esta sociedad, riqueza y pobreza; la riqueza la disfruta quien la tiene, la pobreza nadie.
El pensamiento que hasta hoy nos ha guiado, es etnocéntrico y dogmático. La gente está obligada a pensarse de otra manera, las premisas son planetarias, con infinitas herramientas; ya tenemos la certeza de que el otro existe, y que no nos hará daño, por el color de su piel, por su tamaño, por su religión, por su género, o por su origen geográfico; que la naturaleza no es nuestra enemiga, que no tenemos ninguna necesidad de vencerla o someterla; sabemos que sólo nos hacemos daño por el interés acumulativo de riqueza, generado históricamente por el hambre, el miedo y la ignorancia.

Invertir en el pensamiento, es invertir en la creación de otra sociedad; para ello es necesario pensar libremente, fuera del espacio geográfico incluyéndolo, y fuera de las ideas preestablecidas que tenemos del mundo en todos sus ordenes, sólo así, aquello que tenga certeza hoy, tendrá certeza mañana y no lo que un día nos vendieron como tal, por vía de la autoridad, de todos los signos.

Debemos comprender que no se trata de sustituir a Estados Unidos por Europa, o por La China, o por Japón, o por nosotros; un capital nacional por otro, un país imperialista por otro, de unos inversionistas por otros, unas transnacionales por otras, unos monopolios por otros, unos maestros por otros, unas universidades por otras, unos curas por otros, unos médicos por otros, unos ejércitos por otros, unos funcionarios por otros, unos diputados por otros, nacidos en el ahora. Porque no se trata del bien y el mal, que de paso, nada tienen que ver con los haceres de la gente en su dinámica social e histórica. Hay gente que cree que el problema se resuelve quitando gente mala y poniendo gente buena, desconociendo que todos hemos nacido inocentes. De lo que se trata es de construir una sociedad radicalmente distinta a la existente, con un modelo de producción y unas relaciones de producción que tengan al colectivo, concientemente como su razón de ser. Que la libertad individual es posible sólo en la medida en que ella es colectiva, en la medida en que acepto al otro, a los otros; no en la medida en que él me sirve, lo tolero, sino en el hecho cierto de su existencia sin otra condición.

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