viernes, 22 de octubre de 2010

El socialismo de carne y hueso


«Y lo que yo creo personalmente hoy, y para el próximo futuro, aquí lo escribo: para cubrir la gran necesidad del socialismo del siglo XXI, venga en primer lugar la existencia y persistencia de los quijotes, lo que pongo aquí afrontando cualquier risita o carcajada rotunda. Mucho se ha escrito acerca del socialismo y hasta se ha experimentado acerca del socialismo. Mucho de lo escrito y experimentado es absolutamente desechable. Hay que pensar, hay que explorar, el pueblo tiene que decir su palabra.
Se habló mucho del hombre nuevo. ¿No será nuevo un hombre munido de los viejos valores? ¿No será nuevo un hombre cargado de solidaridad activa y diaria, como estilo de vida? ¿No será bueno y útil revisar los viejos e imperecederos libros? ¿No será inútil tanta basura tecnológica y de punta y discusiones aéreas para derrochar tiempo y recursos e impedir el aporte de muchos más? ¿No será siempre nueva la vieja laboriosidad?
Acerquémonos a la frase del poeta Kalil Gibran: «Cuando trabajais sois una flauta de cuyo corazón el murmullo de las horas se convierte en melodía». Encontremos en ella ese entusiasmo razonable de todos los poetas, encontremos también el trabajo como una melodía bella y amorosa, y encontremos, en suma, esa flauta maravillosa que es la labor libertaria de Francisco de la Mancha. Y encontremos al Miranda concreto para seguirlo o, al menos, considerar su modelo, su propuesta como una buena proposición para la construcción de libertades, de mundos mejores, de más y mejor vida para muchos.
Secundino Urbina.

Tenía que ocurrir un febrero1989, para comprender que no estábamos en una fiesta, sino en un velorio, y no en el velorio del vecino, sino en el nuestro y más en el de todo el caserío.
Fue doloroso saberlo, en adelante, la angustia, la zozobra, el no saber que hacer nos invade. Cada uno por separado busca una salida, desconoce soluciones, es la costumbre. Nunca un velorio masivo, siempre de uno en uno, cuando mucho una vaguada, pero jamás planetario.
Cada uno como ya dijimos, hemos buscado salidas, recovecos, cobijos circunstanciales, uno que otro se ha vuelto loco, en la creencia de que regresarán los muertos, que es un irse momentáneo, que basta con cerrar los ojos y la realidad es otra. Otros se aferran a viejas religiones, a inconmovibles ideologías; bien ateas, bien según y tal mentira de por medio, sacrosantas, buscando explicaciones mágicas. Otros trabajan afanosamente para revivir los cadáveres. Otros reacicalan la casa sin combatir la peste, consideran que sólo se trata de comprar muebles nuevos, no se percatan que quienes los hacían yacen rígidos. Somos nosotros, no otros.
El silencio masivo nos aturde, la sequedad se aferra a los huesos y es entonces cuando alguien grita: ¡Socialismo, pero desde ahora, siglo XXI! quienes gritan no hablan de salida, hablan de soluciones, hablan para siempre, se habla de carne y hueso, de gente, no de ideologías, sí de casas, de salud, de alegría, no de felicidad, ni de esperanza, es de construcciones para la vida, hechas por la gente, la gente masiva, junta, en cayapa, en convite, no los gremios o los partidos o cofradías, u ONGS de mujeres, o de negros, o de indios, o de estudiantes, o de obreros, o de discapacitados, o de campesinos. Tampoco es del egoísmo atomizado que cada día nos consume en esas miserables organizaciones, en donde unos viven de las mayorías como en cualquier empresa privada de la risa, que nos explota.
Estamos hablando de conucos, concepto productivo incluyente, no de industrias sembradoras excluyentes, hablamos de que la miseria en Yaracuy, Lara, Portuguesa, por nombrar un puñito, nos viene entre otras, de la siembra industrial de caña, de sorgo, de café o de lo que sea; que desde la colonia nos han hecho tan mina, como la plata, el cobre, el diamante, o el petróleo. Que las casas en el capitalismo se producen como el misil, o la salud no es un servicio, sino una vulgar compra venta. Cuando decimos socialismo de carne y hueso es no producir discapacitados en dos millones y medio en una población de 25 millones, cuando hablamos de socialismo hablamos de la sustitución del capitalismo, no hablamos de administrarlo mejor o de su eficiencia productiva, en una reingeniería sin fin; porque él no está instalado para que la gente coma, sino para producir ganancias, crecimiento económico, ingreso per cápita, de los dueños del planeta, no importa donde vivan. Cuando hablamos de socialismo hablamos de solidaridad, no de competencia, de dar todo, no de acumular todo, de desprenderse, no de aferrarse; de ser pasajeros, no eternos.
Ejemplo si yo, como país, tengo doscientas mil hectáreas y las siembro de caña, tengo que regarlas con 10.000.000.000, es decir diez mil millones de litros de agua, por día de riego; agua que tengo que ponerla yo, mano de obra barata que tengo que ponerla yo, pero tengo que comprarle venenos y maquinarias a otro que no soy yo; pero además tengo que colocar plantas procesadoras, compradas a otro para procesar esa caña y producir etanol, para alimentar los motores de carros que no los produzco yo y que después tengo que comprarlos, pero como esos carros no pueden andar por ahí realengos, tengo que construirles carreteras y autopistas y estacionamiento y garajes y seguridad contra el robo y pastillas para el estrés… entonces la casa se me hace más grande y ostentosa, y como tengo carro, debo comprar más cosas y ver más cosas y consumir más cosas y… ahí es donde uno dice: el socialismo no puede ser un slogan, tiene que ser de carne y hueso, por tanto el sistema fabril debe ser discutido, ¿O más bien, sustituido? Claro, algún progresista dirá «lo importante es el empleo y el progreso», ¿Y Europa y Estados Unidos ya no han progresado bastante? ¿Ya no tienen pleno empleo? ¿Pero y entonces, qué pasa con sus millones de pobres e indigentes que cada año mueren en el invierno y el verano?
No es posible, que para el dos mil nueve, estemos produciendo 5.000.000 de barriles diarios de petróleo, cuando sabemos que eso es solamente para repotenciar el sistema de explotación que sufrimos desde hace quinientos años; recordemos que los que siembran vientos cosechan sus Katrinas. Y esta revuelta humana no es por casualidad.
De acuerdo con lo dicho hasta ahora, el recalentamiento de la tierra, la contaminación, la basura, los niños de la calle, la pobreza y la riqueza, cada una acumulada ordenadamente en su lado; todo ello ha sido posible con dos millones y medio de barriles diarios, nada más. Hay que acordarse de que sólo la mano de obra produce riqueza en este mundo.
¿Y si el socialismo no se construye con más petróleo? ¿Qué pasa si el socialismo se hace de otra manera que no sea produciendo más? ¿Qué pasa si dejamos de competir? ¿Qué pasa si nos ponemos a pensar juntos? ¿Qué pasa si dejamos de alimentar sinfónicas y alimentamos masivamente el pensamiento? ¿Qué pasa si nos dejamos de tanta palabrería hueca y nos fajamos a crear de verdad? ¿Qué pasa, si el socialismo no es una pasa y pasa que es más joven que un topocho?
El socialismo no es, ni puede sostenerse en una ideología.
El socialismo debe ser conversado como una intracultura, individual y colectiva, en donde su manera de producir, genere unas relaciones de producción desde la solidaridad. En donde el conocimiento no sea un sistema de creencias, mitos o leyendas que fortalezcan la ignorancia y el miedo en las mayorías, sino que sea pensado y amasado desde el trabajo mismo en colectivo y en concordancia con las necesidades del espacio y el tiempo histórico de las comunidades, siempre guiado por las realidades.
Una cultura, en donde las relaciones con todos los demás seres vivos sea desde su aceptación y no desde su dominación o sometimiento.
Entendido de esta manera y asumiendo que ego y dios se han cumplido como supuesto de la felicidad sin lograrse, toca entonces a las mayorías asumir un sistema que nos incluya a todos, por tanto es a todos a quien toca pensar el socialismo desde la íntima carne, desde el profundo hueso colectivo, el poeta ha dicho: «Perderse juntos no es perderse», pero «pensarse juntos, mucho menos», decimos nosotros.
No es fácil plantear lo de pensarse en colectivo, sobre todo cuando la fuerza de la costumbre nos ha enseñado que desde la aparición del poder sólo un cinco por ciento de la población ha tenido acceso al conocimiento; y me refiero al que sirve para controlar y decidir el destino de la gente y no a la basura que aparece en Internet o en televisión o en los cursos de crecimiento personal o autoestima, me refiero al conocimiento de carne y hueso.
No es fácil cuando intelectuales y políticos, (hablo de los de buena fe) están imbuidos en sistemas ideológicos de todo tipo, con los cuales dan respuestas a toda conversa, y sus argumentos se tornan poderosos ante lo que nace. Lo que nace es inocente.
El socialismo de carne y hueso no ha nacido, usted está invitado a engendrarlo desde la más profunda pasión, desde los más lejanos genes, cuando usted, apenas era un sueño en el universo. Pero por lo que más quiera, no lo haga sólo. Eso es onanismo.

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