viernes, 22 de octubre de 2010

La cultura y el arte de los privilegios


En 1980 barrer el Teresa Carreño, costaba 24 casas de la cultura, pero hoy ya se está construyendo otro edificio parecido o igual; en aquel entonces el dólar estaba a cuatro treinta, hoy a dos mil veinte; al Teresa Carreño le caben cinco mil personas diarias, Caracas tiene cuatro millones de habitantes diarios de los que tres y medio deben ser pobres en todas sus variantes; pero la clase media dice que la cultura no se discute, que lo que necesita es mas plata; pero todos sabemos que en menos de dos kilómetros del país se concentra la cultura de las bellas élites.
Detrás del cuentito de las bellas artes, se esconde a perpetuidad las muy aprovechadoras élites, el más grande fraude del sometimiento de clase.
En todos los intentos revolucionarios que ha vivido la humanidad, siempre que esto del arte se ha entrado a cuestionar, han salido los señorones progresistas, intelectuales, profesionales y demás vividores del producto, a protestar y argumentar sobre la necesidad de preservar lo que nunca ha sido disfrutado por las mayorías; con el viejo cuento de que ahora sí es verdad, que la cultura es del pueblo, (¡Ay! querido Vladimiro Maiakoski: ¡Ustedes no son poetas¡ Cómo no recordar a Máximo Gorki: «¡La pequeña burguesía es una chinche que anida en los colchones de la historia!».
Vamos a las plazas, vamos a los campos; más real para las sinfónicas, y los teatros y los valet, y el folclore, y la cultura popular que tiene amigos a montón, porque esta vez si es verdad que todos nos vamos a llenar y vamos a poder vivir del arte, porque yo con mi arte tengo, plata y más plata y háganme miles de teatros Teresa Carreño y casa de la cultura y ateneos. Y todos los constructores, y vendedores de cabilla y cemento y cinc y bloque, aplauden felices, casi con lágrimas en los ojos, por lo sublime del arte; y todos los vendedores de silletas casi se transforman en bailarines de tamunangue cuando le firman la orden de compra; qué felicidad, gritan a coro los amanerados del arte, casi nos parecemos a París, o niuyor, niuyor, ahora si podré ser poeta y cantar la odisea, y sentir que me paseo en góndola por los canales de Venecia, viva, viva la revolución, y más plata, pero eso sí, siempre con mucho cuidado y los comunistas nos quieran quitar los poemas y repartirlos equitativamente; yo he escuchado poraí que al que tenga dos le quitarán uno y se lo darán a un pobre, eso sí es verdad que no puede ser; cada uno con lo suyo, a nosotros que nos dejen con nuestros campeonatos mundiales de poesía, con nuestros concursos de «quién escribe más bonito», con nuestras agregadurías culturales, nuestros premios a «quién se porta mejor con la clase poderosa», porque aunque parezca mentira ellos a veces se portan bien con uno, y con los pobres nunca se sabe, yo te digo, mejor viejo conocido que nuevo por conocer, pero por ahora plata, plata, no importa que nadie sepa, lo importante es que lo sepamos nosotros. Lo que pasa es que hay gente que no le gusta para nada vivir bien.

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